Uno de los problemas más habituales en la construcción es la aparición de filtraciones y fugas de agua a través de la envolvente de las construcciones, pudiéndose establecer las siguientes clasificaciones.
Clasificación de las fugas de agua en función de la dirección de la misma:
Desde el exterior hacia el interior de la edificación:
En este caso, el problema es la penetración del agua desde el exterior por diferentes motivos (nivel freático, lluvias, rotura de tuberías o conducciones de agua).
Desde el interior hacia el exterior:
Este tipo de fugas se produce cuando el elemento constructivo funciona como elemento de contención del agua (depósitos, algibes, canales…).
En el primer caso, la fuga de agua produce daños sobre los elementos constructivos como por ejemplo los revestimientos, ya que son materiales previstos para ambientes interiores y, por tanto, no aptos para contacto con el agua (falsos techos, yesos, pinturas…). A su vez, se presentan, en ocasiones, altos riesgos de seguridad por la posible interferencia con las instalaciones eléctricas.
En el segundo caso, la problemática principal de la fuga de agua es la pérdida del volumen contenido, perdiéndose la estanqueidad del depósito, y generando posibles daños por escorrentía o filtraciones en otras edificaciones.
En ambos casos, un efecto común de las fugas es el daño producido a la estructura por los problemas derivados de la oxidación de las armaduras y del deterioro del hormigón.
Clasificación de las fugas de agua en función del origen:
Fugas de agua sin presión:
Son las filtraciones producidas cuando el agua entra por efecto de la gravedad, como por ejemplo el agua de la lluvia en una cubierta, o bien el agua que por escorrentía llega hasta un muro y penetra por éste.
Fugas de agua con presión:
En este tipo de filtración, se presenta una columna de agua que ejerce una presión mayor que en el caso anterior, pudiendo llegar a altos valores de caudal y velocidad, en función del nivel superior de la columna. Como ejemplo de esta tipología tenemos las filtraciones bajo nivel freático, o bien en túneles, galerías subterráneas y presas.
El éxito del sellado de las filtraciones dependerá, en gran medida, del estudio detallado del origen y tipología de las mismas, de modo que se pueda dar la solución adecuada en cada caso, tanto desde el punto de vista técnico como económico, optando siempre por el sistema más adecuado de todos aquéllos que podemos encontrar en el mercado actual.
Como norma general, siempre es lo más conveniente y efectivo tratar la fuga de agua desde el origen de la misma. Por ejemplo, cuando tengamos problemas de filtración por lluvias en una cubierta, lo más efectivo es siempre efectuar una buena impermeabilización desde el exterior.
Cuando la pérdida del fluido es desde el interior de un depósito, el modo más efectivo es vaciar este depósito y tratar la grieta o fisura desde el interior.
Pero no siempre es posible actuar desde el origen de la fuga, de modo que en otras ocasiones deberemos ir a sistemas más complejos que nos permiten tratar el problema en negativo, es decir, por la parte desde donde sale el agua.
Para ello, se disponen de varios sistemas que pasamos a enumerar de modo muy genérico:
- Inyecciones de resinas (inyecciones de poliuretano)
- Inyecciones de mortero
- Inyecciones de geles acrílicos
- Sellado con morteros de fraguado rápido
- Inyecciones de morteros especiales
En cualquier caso, el primer paso para una buena solución de una fuga de agua es siempre el diseño inicial y los tratamientos previos, que evitarán la aparición de la misma. La inversión inicial en las impermeabilizaciones previas, durante la fase de proyecto y ejecución de una obra, son la mejor garantía para evitar futuras filtraciones.