Toda edificación se asienta, como es lógico, sobre un terreno determinado, cuyas propiedades resistentes variarán en función de la naturaleza del mismo. La aplicación de las cargas de la construcción al suelo, a través de su cimentación, generarán en el terreno unas deformaciones que pueden ser o no dependientes del tiempo.
La característica esfuerzo-deformación-tiempo de un suelo depende de los siguiente factores:
- Tipo de suelo
- Estado de consistencia del mismo
- Forma de carga
- Ubicación estratigráfica
La consolidación del suelo por efecto de la carga aplicada puede suponer un problema en la edificación, siempre que ésta adquiera valores no admisibles que provoquen problemas estructurales graves (tomemos como ejemplo emblemático la famosa torre de Pisa).
Consideramos que una masa concreta de suelo está formada por una fase sólida y otra fase vacía, que puede estar rellena de gas o bien de agua. Partimos de la base de que la fase sólida y el agua son incompresibles, de modo que el asentamiento o consolidación del suelo se puede producir por dos motivos:
- Compresión de los vacíos llenos de gas (compresión del gas ocluido)
- Disminución del volumen de agua ocluido (trasvase del agua hacia otras zonas)
Este asentamiento, sobre todo cuando se produce de manera diferencial (es decir, alcanzando distintos grados a lo largo de la superficie de la construcción) provoca tensiones y deformaciones en la estructura que muchas veces no se ha calculado a tal efecto, provocando grandes daños en la misma, así como innumerables problemas en elementos como cerramientos o fachadas, que no están diseñados para absorber grandes deformaciones.
Las consecuencias más habituales debidas a los asientos del terreno son las siguientes:
- Pérdidas de red de saneamiento o alcantarillado
- Rotura de acometidas de instalaciones
- Grietas en estructuras
- Grietas en fachadas y tabiquerías
- Deformación de huecos de puertas y ventanas, evitando su correcta apertura
En la actualidad, disponemos de diversos sistemas que nos permiten subsanar estos asentamientos, realizando una consolidación de suelos artificial que devolverá la resistencia necesaria al terreno para garantizar una buena transmisión de cargas de la cimentación, evitando deformaciones en el apoyo, así como los daños derivados de éstas.
Los métodos de inyección actuales nos permiten rellenar las zonas huecas del terreno, no accesibles una vez construida la edificación.
Dentro de las inyecciones en el terreno, podemos establecer las siguientes tipologías:
- Inyecciones de consolidación
- Inyecciones de compactación
- Inyecciones de impermeabilización
- Inyecciones de impregnación y colmatación
- Inyecciones de compensación de asientos
- Inyecciones de contacto
Dentro de los diferentes tipos de inyección mencionados, las de “consolidación del suelo” tienen como finalidad:
- Incremento de la resistencia del terreno
- Disminución de la deformabilidad del terreno
- Disminución de la permeabilidad del terreno
Su empleo más habitual es como recalce de cimentaciones, como mejora previa en túneles, para subsanar inestabilidades, etc., y se suelen ejecutar con presiones no superiores a los 50 bar.
Este tipo de inyecciones se puede realizar con resinas especiales o bien con morteros, siendo cada material más adecuado en función de la naturaleza del problema y del nivel de consolidación del suelo que se quiera conseguir.
También es posible, mediante una inyección controlada, llegar a restituir el nivel inicial de la cota de apoyo de una cimentación antes de que se produjese el asiento, mediante la inyección de resinas que aumentan su volumen en un porcentaje muy elevado.